"A la luz del profundo amor de Dios, ya no tenemos que vivir con miedo al rechazo."*
Hace algunos meses estábamos en una boda compartiendo con unos buenos amigos, y mientras platicábamos llegamos al tema de organizar un viaje juntos para este año, cuando inesperadamente uno de ellos -sin mala intención- dijo: "ala sí, fíjense que nosotros tendremos un viaje en un par de meses con otros amigos, y les propusimos invitarlos a ustedes, pero nos dijeron que no porque ustedes ya están muy grandes." Mientras que para Víctor fue de lo más irrelevante -se río y no pasó nada-, para mí fue como un balde de agua fría, me agarró totalmente desprevenida (insertar el meme del ratón Jerry llorando).
En el momento me dolió tanto que tuve que platicarlo inmediatamente con Vic; él me escuchó y luego me dio todos los argumentos de por qué no me lo tenía que tomar personal, y aunque en mi mente hacía sentido todo lo que me estaba diciendo, y definitivamente me ayudó, en el instante sentí que fue un golpe directo a mi corazón. Cuento esta historia relativamente reciente porque el rechazo no es algo que solo me ha pasado una vez o algo que únicamente viví en el pasado, en realidad creo que puede ser algo que enfrentemos en diversas oportunidades. Sin embargo, sé que el Espíritu Santo lo puede transformar en algo bueno y usarlo para nuestro bien.
Lysa TerKeust explica que el rechazo roba lo mejor que somos al reforzar lo peor que nos han dicho, convirtiéndose en un mensaje doloroso que llega al núcleo de lo que somos, y que puede llevarnos a creer mentiras sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre Dios. El dolor que el rechazo nos hace sentir puede ser tan profundo que distorsiona nuestra perspectiva y como resultado, todas las circunstancias que vivimos las filtramos a través de eso dolor, y muchas veces eso mismo nos hace más propensos a sentir rechazo, incluso cuando no lo hay.
Hace tres años, viví un proceso en el que experimenté rechazo abierto casi a diario, honestamente no entendía por qué, esperaba que fuera por mi fe y no por ser rara o algo por el estilo. De cualquier forma, el dolor que sentía era muy fuerte. Una mañana, en un momento dónde el dolor se había acumulado en mi corazón y que yo ya no sabía cómo lidiar con eso, el Espíritu Santo me dio esperanza. A través de una canción, me dijo que Él estaba trasformando todo el dolor y rechazo en amor. Sus palabras fueron un bálsamo para mi corazón, y ese día, experimenté como el amor de Dios triunfa sobre el dolor y el rechazo.
Mientras yo solo veía algo que me había dañado Él lo veía como un tesoro disfrazado que podía redimir con amor. Algo así como un recurso que parece inservible y llega como basura, pero que a través de un proceso se convierte en algo útil y valioso. En las experiencias que he vivido también he aprendido que cuando estoy llena del amor de Dios soy menos propensa a sentirme rechazada y tomarme las cosas personales; que en las ocasiones que sí experimento rechazo puedo descansar en que hay una verdad superior a lo que las personas digan o piensen de mí; y que, así como Dios lo hizo conmigo, me he dado a la misión de ser una persona que ama, acepta e invita a las personas que están a mi alrededor.
"Incluso si soy rechazado por otros, soy aceptado por Dios."
Así que, seamos personas que viven desde la abundancia del amor de Dios, y que saben que Su amor redime cualquier rechazo y dolor en nuestro corazón.
*Lysa TerKeust
Comments